miércoles, 26 de marzo de 2014

Volviendo a la infancia con unas simples rosquillas.



    Los niños de ahora conocen las cupcakes, las tartas de fondant incluso los cakepops. Divinos, sobretodo por la diversión que conlleva prepararlos y lo llamativos que son en su presentación, que hace que sean, últimamente, centro de atención de cualquier evento que se precie, ya que permiten ser parte de la temática de la fiesta en cuestión.
    No podemos negar lo llamativo de esta repostería creativa, y debo de confesar que me encanta, pero no puedo negar, tampoco, que para mí, donde estén todos esos postres que nos hacían en casa de pequeños, (no sé si por costumbre o por gustos culinarios aprendidos), por lo menos para comer a diario, que se quite el resto.
    Mi primer recuerdo de las rosquillas fue en un pueblo de La Rioja (España) en fiestas, en Hormilleja. Que las puertas de las casas estuvieran abiertas y que te invitaran a entrar con un montón de ellas para el disfrute de todo aquel que pasara por allí... Ufff, una gozada. Me encantaron, claro. Por eso, cada vez que las como, vuelvo a ese momento de mi infancia, y me gusta hacerlo a menudo con mis hijos, para que ellos también lo relacionen con esos recuerdos de niños y de nuestra repostería tradicional.

ROSQUILLAS FRITAS:



   
 
    Como en todos los postres hay un montón de recetas y variedades, os pongo una sencillita.

    Ingredientes:
   

    Para la masa:

        - 3 huevos.
        - 125 gr. de azúcar.
        - una taza escasa, de las de café, de aceite.
        - media copa de anís.
        - Algo más de 400 gr. de harina (ahora os explico lo de la harina)
     

    y además:

         - aceite para freírlas.
         - azúcar para cubrirlas una vez fritas.


    Elaboración:

    Batimos los huevos con una batidora de varillas, incorporamos el azúcar, el aceite y el anís, mientras seguimos batiendo.
    Agregamos poco a poco la harina. Se nos formarán grumos, pero no importa, poco a poco lo iremos integrando todo. 
    Aquí toca la explicación de lo de la cantidad de harina. Siempre con las rosquillas la cantidad es la que admita la masa, por lo que te dan un peso aproximado. Y ¿qué significa eso de la que admita? Pues que vamos echando harina hasta que conseguimos una bola de masa que ya no se nos pega a las manos, ni a la mesa de trabajo. Por eso no es fijo, porque dependerá del tamaño de los huevos o de la cantidad de líquido que le hayamos incorporando. 



    Formamos pequeñas bolas de masa.



    Preparamos una sartén con aceite, y cuando está caliente (no demasiado para que no se nos quemen por fuera y queden crudas por dentro), las vamos incorporando, haciéndoles un agujero, con los dedos, en el centro de la bola, y estirándola hacia afuera.



    Freímos por un lado, hasta que estén doraditas.



    Le damos la vuelta, para terminar de freírlas, y las sacamos a un plato con papel absorbente, para que no chupen más aceite del necesario.

   Y ya es opcional que las espolvoreéis o no con azúcar. Yo, particularmente, las prefiero con azúcar, pero eso ya va en los gustos de cada cual.



    Que las disfrutéis. Besicos.

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