lunes, 26 de mayo de 2014

Y es que ¡¡¡no sé decir que no!!!

    Ya os he dicho en otras ocasiones que no hay nada como que confíen en ti, que crean en ti, que piensen que tú sí que puedes.

    Esa actitud hacia nosotros hace que tú mismo no quieras decepcionar a los demás. Creo...

    Vaya..., por lo menos es lo que a mi me ocurre. Si alguien me pide algo, me es casi imposible decir que no, y después me pregunto en qué berenjenal me he metido. Claro que eso después me provoca el intentar superarme y demostrar que sí soy capaz. Lo que a veces hace que me sorprenda y me motive para querer aprender más.

    Este año comulgaba mi hija pequeña, y tanto a algunos compañericos como a mi princesa, quisimos deleitar con una tarta para ese día tan especial, cada uno con motivos diferentes según sus gustos.

    Y me tiré de cabeza sin saber si conseguiría hacerlo, aunque tuve la ventaja de que dentro del tema que pedían, me dejaron realizar lo que quisiera.

    Viendo que el resultado no fue tan malo, el gusanillo de querer seguir formándome y de avanzar se va haciendo cada vez mayor, no sin el miedo continuo de pensar si podré, pero que gracias a esas personas que me apoyan y que me retan quiero acabar volando cual mariposa, jejejejejeje.

   














Espero que os hayan gustado.

¡Besicos!
   

sábado, 24 de mayo de 2014

Nada tan sencillo como una mermelada.




    Siempre he sido un poco rarita con eso de encontrarme tropezones en las comidas, sobretodo de cría, por lo que aunque he sido golosa y la mermelada me encantaba, muchas veces no podía con ella, porque los pedazos que me encontraba eran demasiado grandes, y la fruta no me agradaba si no era fresca. 

    Así que llegó el día en que me decidí que lo más sencillo era hacer yo mi propia mermelada, ya que era casi imposible de conseguir una que me agradara. 

    Como casi todo, cuando es la primera vez que lo realizo, se me hacía un mundo y me costó decidirme ponerme a ello porque buscaba y buscaba recetas y encontraba mil, motivo por el cual me costaba decidirme. Hasta que un día compré una barquilla de fresas y me dije "que sea lo que Dios quiera".

    No sabía cuánto azúcar echar y me daba miedo quedarme corta o pasarme, pero pensé que si la primera vez no me salía ya lo haría a la siguiente, porque de los fallos también se aprende.

    Cada fruta es diferente, no tienen la misma acidez, ni el mismo dulzor, con lo que pensé hacer lo mismo que cuando cocinas cualquier otra comida y vas probando a ver cómo va de sal: ir probando la cantidad de azúcar que necesitaba conforme la iba cocinando.

    Y así sigo, sin saber la cantidad de azúcar que me hace falta por peso de fruta, jijiijii, continúo haciéndolo a ojo, pero creo que es lo más indicado para hacerla a nuestro gusto particular.

    No voy a ser mala, y os diré que para que os hagáis una idea si es la primera vez que la vais a hacer, que lo que he leído normalmente es que se necesita la mitad de azúcar que de peso de fruta (siempre limpia ya). Después, vosotros mismos veréis cómo os gusta más.

   Igual que con las cantidades voy a mi rollo, también lo hago con su elaboración, que no sé si será o no la forma correcta de realizarla, pero a mi me gusta, y así la cocino desde hace ya muchos años.

    Lo primero es hacerte con una buena fruta y que esté bien madura, sin pasarse, pero desde luego más madurita que verde.



    La troceamos...



y la cubrimos con azúcar, 



dejándola reposar para que suelte su jugo.



La comenzamos a cocinar a fuego lento, y removiéndola poco a poco para que no se nos queme el azúcar, ni la fruta.



Al tiempo que va rompiendo el hervor vamos añadiéndole azúcar,



la fruta se irá oscureciendo 



y poco a poco el líquido del azúcar y el jugo de la fruta irá espesándose.



Cuando creamos que el color, el espesor y el dulzor es el que nosotros deseamos, daremos por acabada su cocción. 

    Como os he dicho antes, a mí me gusta sin tropezones, así que la paso por la batidora, pero aquí de nuevo entran en juego los gustos de cada uno. Se puede dejar tal cual, batirla poco o batirla hasta que quede completamente fina.





Y ya sólo nos queda disfrutarla.

¡Besicos!



lunes, 5 de mayo de 2014

¡A las ricas lenguas de gato!

   

 Hay recetas en las que sólo utilizamos una parte del huevo, y da mucha rabia tener que tirar el resto, por lo menos a mí. Me gusta aprovechar las cosas, y más si se trata de alimentos.

   Hay veces que no sabemos qué hacer, pero si miramos un poco y buscamos, veremos mil y una maneras de no desperdiciar los restos. Ya habéis visto que hasta con el pan del día anterior hacemos unas ricas torrijas, jejejeje. 
   
   En la penúltima entrada del blog, puse una receta de unas pasticas en las que se utilizaban huevos, pero nos sobraban las claras, hay muchas recetas que podemos incluirlas. Hoy os doy una bien sencilla, unas lenguas de gato, que salen bien ricas y no son nada de complicadas de hacer.

    LENGUAS DE GATO:

    Ingredientes:


    - 125 gr. de harina
    - 125 gr. de mantequilla
    - 125 gr. de azúcar
    - 3 claras


    Elaboración:


    Dejar la mantequilla a temperatura ambiente hasta que se reblandezca. Entonces, la batiremos con el azúcar. Y después añadiremos las claras una a una, y las mezclaremos sin montar.
    Agregamos poco a poco la harina hasta conseguir una masa homogénea, y la pondremos en una manga pastelera con una boquilla redonda nº 12 (aunque no es imprescindible, podemos cortar simplemente un poco la manga).

    Precalentamos el horno a 180 ºC

    Preparamos una bandeja de horno con papel sulfurizado y dejamos caer pequeñas tiras de forma espaciada, porque al empezar a recibir calor será cuando se esparzan a modo de lenguas.


    

    Las metemos al horno durante unos 6 - 7 minutos, o hasta que se nos doren los bordes, y...  voilà!

    



¡¡¡Que os aproveche!!!  
¡Besicos!